jueves, 13 de agosto de 2015

Yo soy anti-taurina.

Hacía mucho que no pasaba por aquí para escribir algo, pero necesitaba desahogarme. 

Esto va dedicado a todxs aquellxs que defienden la tauromaquia con el pretexto de que si se acaban las corridas, los toros de Lidia (o toros bravos) desaparecen.

En los últimos días, he estado leyendo varios artículos sobre el uso que se le da a este tipo de animales y he llegado a la conclusión de que prefiero comer una carne de peor calidad (la poca que como), con tal de erradicar este tipo de prácticas inhumanas.

Muchxs con lxs que he debatido sobre esto, me han dicho que si me considero tan defensora y amante de los animales, cómo puedo estar a favor de la desaparición de una especie. A todxs esxs, les contesto, tranquilamente, que para que un toro bravo no se extinga no hace falta exhibirlo en un ruedo como si fuera un juguete de feria. Si los torean donde los crían (que estoy segura que lo hacen, ya que dudo que los vendan sin entrenarlos antes), sin matarlos de esa manera tan sangrienta, seguirían saliendo bravos. Pero claro, no les interesa, ya que dejaría de ser un negocio rentable para unxs cuantxs que se consideran “lxs verdaderxs amantes de los animales” y que solo son cómplices de estos crueles asesinatos.

Y a éstxs, les formulo yo otra pregunta. ¿No estáis contribuyendo, vosotrxs también, a la desaparición de la especie? Después de torearlos, los matáis. Después de satisfacer vuestro apetito sangriento, acabáis con la vida de un pobre animal.

Mi madre siempre me ha educado bajo un lema, que considero muy importante para todxs y sería conveniente que nos lo aplicásemos: no le hagas a los demás lo que no te gustaría que te hicieran a ti. El hecho de que un animal no sea un ser racional, no significa que no sufra, que no le duelan las heridas. A mí, personalmente, no me gustaría que me metieran en una plaza, donde me encuentro presa y sentenciada a una muerte lenta y dolorosa, y que me empezasen a dar estocazos, cada cual más violento, simplemente, “por amor al arte”. ¿Arte? ¿De verdad a esto se le puede considerar arte? El arte se encuentra en los museos y paseando por las calles de muchas ciudades, no en las plazas de toros.

Pero aquí no se queda la cosa. Si te clavan una espada de unos 90 cm (que se dice pronto) y no consiguen matarte, tranquilx, que en mitad de tu triste agonía, te clavan otra (oh, qué buenas personas, no quieren que sufra más). Más tarde, te cortan el rabo y las orejas y las exhiben como si fueras un maldito premio que les ha tocado tirando en las escopetillas de la feria. Eh, mirad, soy un asesino y me enorgullezco de ello. Eh, mirad, he hecho sufrir a un animal inocente, simplemente, porque disfruto matando.

No me alegro que haya una persona en el hospital, sea cual sea la razón, pero sí soy de las que piensa “que se joda” cuando un toro pilla a un torero. Ya sé, muchxs me criticaréis y me diréis que no es lo mismo, que no hay que equiparar la vida de una persona a la de un animal. Pero, para mí, los toreros y lxs amantes de los toros pierden su humanidad cuando defienden este tipo de prácticas. Considero que, dentro de una plaza de toros, los roles de animales y seres racionales se invierten, dejando al ser humano en el más bajo de los escalones.




Ala, ya podéis odiarme. 

Escrito por Sara Martín García.